Señales de locura
Hay un dicho que siempre se escucha sobre la evolución de un pescador con mosca: primero quieres pescar un pez, luego muchos, luego peces grandes, y así sucesivamente. Más tarde en desafiarte a ti mismo y de alcanzar otros retos, y eso es lo que nos motiva a todos a volver al río una y otra vez.
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Trucha del bajo Esla |
Generalmente, este camino es el mismo para todos los que se inician en este apasionante mundo de la pesca con mosca. Cuando tomas una caña de mosca por primera vez y pescas tus primeros peces, te sientes satisfecho fácilmente, pero a medida que progresas como pescador con mosca, empiezas a anhelar algo más.
Mi primer pez con mosca seca fue una pequeña trucha desorientada del Torío. Ese pez despertó algo en mí llenándome de un deseo insaciable de seguir pescando con mosca seca y olvidarme de la cucharilla y la mosca ahogada. Cada trucha que engañaba en aquellos primeros días a mosca seca, me daba una enorme sensación de logro, y para muchos pescadores, esa sensación era más que suficiente.
Muchos pescadores se quedaban en esa zona de confort, pescando en las mismas aguas los mismos peces todos los días, y ciertamente no hay nada de malo en ello. Sin embargo, para mí, esos primeros peces capturados a mosca seca despertaron algo más profundo en mi cerebro. Esas primeras truchas se convirtieron en los primeros pasos tentativos cuando encaras una empinada cuesta abajo, donde por lo general empiezas dubitativo, abriéndote paso muy despacio, pero ante de que te des cuenta, te precipitas cuesta abajo en un sprint descontrolado.
Después de mis primeras truchas engañadas a mosca seca, quise acelerar el aprendizaje lo más rápidamente posible para convertirme en un buen pescador con mosca. Así que empecé pasando horas y horas lanzando torpemente la línea alrededor de mi cabeza y desenredando la mosca de los arbustos al borde del agua hasta que, finalmente, empecé a mejorar.
Pronto empecé a pescar peces más desafiantes a ninfa y a mosca seca. A la vez que progresaba, aprendía de otros pescadores, al tiempo que devoraba libros y revistas de pesca con mosca. Para entonces, la locura por la pesca con mosca me había dominado por completo, pero cuantas más truchas capturaba, más se desvanecía esa sensación de logro a la que era tan adicto. Entonces, escuché por casualidad a un pescador en una tienda de pesca hablar de reos. Hablaba casi en susurro con otro pescador, como si no quisiera que los demás pescadores que estábamos en la tienda le escucháramos lo que estaba contando, describiendo con gestos más que con palabras el desafío y la majestuosidad de ese pez, haciendo que pareciera casi un mito su pesca… y así la locura renació de nuevo en mí.
Tras informarme como era la mejor manera de engañar esos peces tan especiales a mosca, pasé todo un verano pescando los ríos y estuarios asturianos muy cerca del mar. Cotos como el de Juan Castaño, Las Mestas, Villanueva, etcétera, eran nombres comunes para mí en aquellos años. Finalmente, capturé mi primer reo a mosca seca, un caluroso día de verano al atardecer. Sosteniendo suavemente el pez en las aguas del río Narcea, sentí de nuevo esa gloriosa locura.
Experimenté de nuevo esa sensación de logro, mezclada con la certeza de que aún me quedaba mucho por conocer de este deporte. Me sentí bien, y sentí que había logrado algo grandioso. Sin embargo, como una fiebre creciente en mi cerebro, sabía que aún quería más. No pasó mucho tiempo cuando empecé a pescar con grandes streamers. Capturaba menos peces, pero sacaba del río auténticos monstruos. Fue en algún momento cuando todo se conectó. El reto por conocer nuevas técnicas era lo que me encantaba de este deporte, y había desarrollado una especie de psicosis, el deseo de perseguir lo inatrapable. Ya no quería pescar cualquier pez con una caña de mosca, quería pescar peces grandes que pelearan como Urtain en una borrachera de tira y afloja cuando los enganchara.
Empecé a planificar salidas en busca de truchas y lucios grandes en el bajo Esla. Llegué al punto de no pescar nada durante días, incluso semanas, a pesar de esforzarme al máximo y pescar con ahínco desde el amanecer hasta el anochecer los fines de semana, empezando a volverme completamente loco. Salía del agua pensando que era una tontería y una perdida de tiempo lo que estaba haciendo. De repente todo cambió. Cuando finalmente llegó ese golpe de suerte, me encontré muchos días peleando con enormes truchas y algunos lucios con el agua hasta la cintura, sosteniendo cincuenta y hasta ochenta centímetros de peces furiosos en mis manos. En esos momentos me daba cuenta de que estaba completamente loco. Hoy sigue esa locura con las nuevas técnicas de pesca a ninfa, aunque en menor medida dada la escasez de peces grandes que tienen nuestros ríos.
Posdata:
Es curioso como basta con recorrer lugares de pesca donde casi nadie va, para darse cuenta de que padeces este tipo específico de locura. Es una de esas cosas que ocurren de repente y sin previo aviso, transformándote por completo de un pescador con mosca común y corriente en un completo loco por este deporte. Naturalmente, esto que cuento sucedió en una época en que llenar la cesta era relativamente fácil por la abundancia de peces que tenían nuestros ríos, hoy sería impensable dedicarse a pescar solamente truchas grandes y reos que casi no quedan.
Si quieres un nuevo reto, acércate a pescar reos en aguas gallegas. Su comportamiento es diferente a los reos asturianos, pues la alimentación es distinta y la procedencia de las aguas también. Tanto por el sustrato, como por la temperatura de las mismas. Es un reto que muchos pescadores tienen, y una vez lo experimentan, comienza una nueva locura.
ResponderEliminarUn saludo
Me hubiera gustado en su día, hoy es demasiado tarde, pues los años a partir de los setenta pesan como una losa y estos peces tan especiales requieren buenos reflejos y sobre buenas condiciones físicas. En todo caso muchas gracias por tu consejo. Yo, a estas alturas de mi vida, he tomado tanto cariño a las truchas y a los reos que les molesto muy de cuando en cuando, permitiéndome el lujo de, eso sí, observarlos a menudo. Muchas gracias por leer el artículo y un saludo.
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