El montaje de moscas artificiales para la pesca de la trucha en León. "La pesca que me gusta".
El mágico mundo del montaje de moscas artificiales para la pesca de la trucha. |
Ephemera vulgata. La "Picaso Amarillenta". Montaje simple de cuerpo separado, con pluma CDC y fibras de gallo Pardo. |
Vista inferior de la Efemera "Picaso Amarillenta". |
Efemera "amarillenta estilo Devaux". Montaje avanzado. |
Vista superior Efemera "amarillenta estilo Devaux". |
Más sobre los montajes avanzados estilo Devaux aquí.
Efemera "Amarillenta". Montaje clásico. |
Efemera "amarillenta". Montaje de cuerpo extendido. Más sobre la Ephemera vulgata. |
Cuando miro la mosca terminada, primero veo en ella una pequeña obra de arte en lugar de una mosca artificial. Me encanta montar moscas desafiantes como estas porque me sacan del caos del mundo que me rodea durante un tiempo y me ayudan a concentrarme en una sola cosa sin preocuparme de nada más. Desafíos como estos también me ayudan a ser más ingenioso y a crear nuevos patrones.
Si bien prefiero estar pescando en lugar de estar sentado frente al torno, también me sentiría muy triste si no pudiera montar mis propias moscas. Montar moscas para uno mismo es algo muy especial y divertido. Es un momento en el que me relajo y pierdo la noción del tiempo, me siento a gusto y procuro ser creativo. Es un placer innegable engañar peces con los brebajes que elaboramos. Creo que parte de la magia de la pesca con mosca se basa en la investigación personal y, por tanto, el montaje de moscas es una de las partes esenciales en la consecución de la satisfacción personal de cada uno.
Al principio, cuando estas empezando, se van tomando como referencia modelos de moscas que alguien ya inventó antes que nosotros, patrones recomendados por algún amigo, pero poco a poco se van adaptando esos modelos a nuestra manera de pescar y se van creando nuevos patrones a medida que nuestros ríos locales nos lo van solicitando. Y cuando esos cambios y esos nuevos patrones funcionan, cuando llegan más peces a la red, nuestra mosca "personalizada" se convierte en favorita. Así es como nacen las moscas de "confianza".
Las moscas "personalizadas" que funcionan, son moscas de confianza que con el tiempo se convierten en favoritas. A decir verdad, montar tus propias moscas profundiza significativamente tu participación en la pesca. Afecta fundamentalmente a la forma en que se ven las cosas en el agua. Es otro aspecto de la pesca con mosca que te lleva más lejos en tu afición por este deporte.
Un buen pescador sabe la importancia que tiene montar sus propias moscas. El montaje de moscas artificiales es la mejor manera para desarrollar una comprensión sólida de los diferentes patrones y la elección de la mosca, y también ayuda a garantizar que siempre tengamos a mano la mosca adecuada.
Después de tanto tiempo sigo disfrutando montando mis propias moscas. Eso no significa que sea particularmente bueno en eso. Sin embargo, con el paso de los años he alcanzado un cierto nivel más que aceptable. Dicho lo cual, cualquier cosa que pueda hacer para mejorar mis montajes y que a la vez sean más efectivos es algo que siempre está presente.
Lo viejo nunca pasa de moda
Se han publicado muy pocos libros de pesca con mosca que contengan ejemplos de moscas artificiales que representen insectos naturales reales.
A continuación se muestran algunas imitaciones de insectos naturales reales que eclosionan en nuestros ríos y la clave que les acompaña para identificarlos mediante un enlace.
Creo que es especialmente interesante notar que los principios de diseño esenciales usados en estos patrones son los mismos principios incorporados en las moscas de hoy.
Por supuesto, ¿por qué no iba a serlo? Si nuestro objetivo sigue siendo hoy como ayer hacer coincidir nuestras moscas (emparejar la eclosión) con los insectos de los que se alimentan las truchas.
Es evidente que los artesanos y pescadores de antaño eran al menos tan observadores, reflexivos y creativos como lo somos nosotros hoy. Es exactamente por eso que estos diseños han resistido la prueba del tiempo y siguen siendo tan efectivos hoy como ayer.
Tinodes waeneri. Tricóptra "Rubiona". Más sobre la Tinodes waeneri. |
Simúlido. Diṕtera "Negra", #22-24. |
Más sobre los quironómidos y simúlidos aquí.
Isoperla grammatica. Saltona plecóptera "Relinchona" o Saltona "Amarilla". |
Vista frontal Saltona plecóptera "Relinchona". |
Isoperla grammatica. Plecóptera "Relinchona". Montaje clásico. Más sobre la Isoperla grammática aquí. |
Brachyptera putata. Saltona plecóptera "Langareta". |
Brachyptera putata. "Langareta" mosquito leonés, (mosca ahogada). |
Leuctra fusca. Plecóptera pitillo. |
Philopotamus montanus. Tricóptera "Aconchada" |
Sericostoma personatun. Tricóptera "Patosa" |
Friganea obsoleta.Vista superior, Tricóptera "obsoleta". |
Friganea obsoleta. Tricóptera "obsoleta". Más sobre la Friganea "obsoleta" aqui. |
Hydropsyche pellucidula. Tricóptera "saltona". |
Hydropsyche pellucidula (vista superior), tricóptera "saltona". Más sobre la "Saltona" aqui. |
Brachicentrus subnubilis. Tricóptera "Sarnosa". |
Vista superior. Tricóptera "Sarnosa". Más sobre la "Sanosa" aqui. |
Subimago de efímera #18. Montaje clásico (lisiado), con pluma de cuello de gallo de León, cuerpo y brinca de seda natural. |
Subimago de efímera #18. Montaje clásico de verano, con pluma de cuello de los gallos de pluma de León y cuerpo de seda, brincado también con hilo de seda natural. |
"Saltona Leonesa" (Saltona de conjunto). |
Generalmente esta mosca "saltona leonesa" (saltona de conjunto), se utiliza como "bailarina", trabajándola con pequeños toques del puntal de la caña para transmitir los movimientos que realizan algunas hembras de tricópteros al depositar los huevos sobre la superficie del agua e incitar a las truchas a tomarla.
Vista frontal "Saltona Leonesa". |
Friganea obsoleta. "Saltona Tostada" |
Mosquito leonés, indio plateado. |
Mosquito leonés, "Cascudo". |
Saltona Cascuda. Imitación (particular) de la Oberea oculata. |
El montaje de la Oberea oculata (saltona) que recomienda J. M. Tagarro Casado en su guía "Manual técnico para la pesca de la trucha con mosca ahogada, León 1982, no lleva costera. Sin embargo, en el Manuscrito de Astorga de 1624, el segundo autor nos dice que lleva una costera muy ancha a cada lado del cuerpo de seda color naranja muy clara (ver fotograía).
El "Cascudo" hembra, según lo describe el segundo autor en el Manuscrito de Astorga (1624), y como Jose Luis Gárcia Gónzalez en su libro "Pluma, Seda y Acero (2011) lo interpreta. |
Así describe el segundo autor el montaje del "cascudo" paso a paso:
No se save a quién se le ocurrió la idea de montar este escarabajo como saltona. Si fué con la intención de usarla solo para los serenos como recomienda Jose M. Tagarro en su recetario, ya había suficientes saltonas con más propiedad para tal menester.
Tanto las 36 moscas del Manuscrito de Astorga como las 41 de Luis peña (1825) están diseñadas y montadas para pescar con ellas como moscas ahogadas, independientemente de como las trabaje el pescador.
Los pescadores leoneses de la época de Juan de Bergara, debieron decidirse por imitaciones realistas de moscas ahogadas capaces de evolucionar más tranquilamente por debajo de la superficie del agua en la que los peces tienen más tiempo para seleccionar su presa.
Vista superior Cantharis rustica, con el cuerpo más ancho, más corto y rechoncho. |
Hay que tener en cuenta que estos escarabajos, cuando caen accideltalmente al agua por alguna ráfaga de viento repentina o por otras causas, navegan semihundidos y las truchas perciben claramente los colores.
Voy a contaros una curiosa historia como anécdota de lo que me sucedió un día pescando el Esla a la altura del pueblo de Villahibiera. El día amaneció desapacible, nublado y ventoso, al llegar al tramo de pesca sobre las tres de la tarde empezó una abundante eclosión de efímeras. Como de costumbre até al terminal la mosca que más se parecía a las naturales que estaban eclosionando en aquel momento y me puse a lanzar sin obtener ningún resultado. Así que empecé a cambiar diferentes patrones y a utilizar diferentes tácticas, pero las truchas seguian sin hacer caso a las moscas que las presentaba. No podía entender lo que estaba haciendo mal, me preguntaba una y otra vez ¿por qué no eran tomadas mis moscas?
Angelástica alni. Escarabajo del "aliso" o escarabajo "negro". |
Todos los pescadores con mosca de este país deberíamos estar orgullosos de nuestra historia, sobre todo en lo referente a la pesca con mosca, también de nuestras moscas clásicas y muy especialmente de los "mosquitos leoneses" únicos en el mundo.
La historia personal.
Así empezó todo en el montaje de moscas.
Mi inspiración por los montajes comenzó como una progresión natural de mi creciente pasión por la pesca con mosca. En mi caso, la puerta del montaje se abrió hace muchos años, creo recordar que fue allá por la temporada de 1975. Acababa de comenzar mis torpes primeros pasos con la "cola de rata", con moscas de armería adquiridas con bastante más ilusión y esperanza que conocimiento, y que por aquel entonces me propinaban estrepitosos fracasos.
Las puñeteras y astutas truchas se reían de las moscas que las presentaba, hasta que un día, mientras andaba concentrado detrás de ellas en el tramo por debajo del puente de Lugán en el río Porma, dieron en pasar por allí una cuadrilla de pescadores asturianos. Detuve mi faena para responder al comentario eterno e invariable en el tiempo:
-¿Qué tal se dan?
-poca cosa, respondí.
Siempre, cuando nos cruzamos los pescadores en el río, nos contamos lo mismo, quizás con alteraciones más o menos leves, pero que vienen a significar lo mismo.
Y tras los lamentos habituales, y dado que las truchas no estaban interesadas en mis moscas, me puse a deparar con uno de ellos.
Gran charlatán resultó ser este pescador. Estoy seguro de que entre una buena charla y una buena trucha, este pescador elegiría siempre lo primero, coso, por otro lado, que no a todos nos ocurre lo mismo, y más en estos tiempos de escasez de peces y exceso de individualismo.
Fuimos poco a poco compartiendo cosas de pesca. Le dije que hacía poco tiempo que había dejado la mosca ahogada y que estaba en un periodo de aprendizaje con la "cola de rata". Me hizo ver entre suaves razonamientos que no era así como se pescaba, que debía pescar con otro tipo de moscas y lanzar de otra manera, etc. etc. etc.
Me enseñó el botín de la jornada, un nutrido talego de hermosas pintonas reposaban sobre unas hierbas húmedas en la base en una enorme cesta de mimbre. Según me contó, y alguna más que había devuelto al río por falta de talla. Dentro de un rato, a la atardecica, vuelvo y seguro que las levanto de nuevo. Venía a decirme, ante mi asombro, que para él no había trucha que se le resistiera. Bueno, ya sabemos todos como son los asturianos, buenas personas, pero algo exageradas.
También sacó de aquí y de allá, entre los múltiples bolsillos del chaleco, una serie de cajas de todos los tamaños y colores, pero todas artesanas, nada de esas cajas tan "finolis" y tan caras que usamos ahora. Entre los múltiples departamentos, había un enorme surtido de moscas, mosquitos y moscones. Me obligó a aceptar un puñado de moscas de todos los pelajes y tamaños y, lo que es más importante, me dio sin querer el empujón que me precipitaría para siempre por el camino de la perdición.
Ante mis dudas me explico lo fácil que era montar las moscas que había depositado en la palma de mi mano. Me dijo que el mismo se ocuparía de proporcionarme el material básico para montarlas, y aunque vivía lejos, nos veríamos aquí y allá para experimentar juntos las moscas. Después, tras unos buenos apretones de manos y algo sorprendido por su generosidad, pues es difícil (sobre todo hoy en día) encontrarse en el río con algún maestro que se pare a tu lado para conversar con tigo sobre la pesca.
Me había dicho mi nuevo amigo que le gustaba no solo de hablar, sino también de cartearse asiduamente con los pescadores que iba conociendo, y un par de días después le mandé la primera de una larga serie de cartas agradeciéndole sus consejos. Desde entonces empecé detalle a detalle, a explorar el mundo mágico del montaje de artificiales para la pesca de la trucha. Fui recibiendo por carta los pequeños secretos de este arte. Me desplace en varias ocasiones a su pueblo en un hermoso rincón de la geografía asturiana, y me enseñó en su propia casa a usar el torno y a montar las moscas.
Después de enseñarme lo básico del montaje, me proporciono el primer tomo de artificiales para la pesca de la trucha. Me llenó una bolsa de fotocopias y revistas extranjeras sobre moscas y sus montajes. Me dio también varias plumas exóticas y algunas de indio de cuello de gallo para los collares, y también varios mazos de pardo, además de pelos, sedas y algunas tiras de rafia que por aquel entonces prácticamente eran desconocidas en León. En fin... De todo un poco.
Cuando nos escribíamos, solía empezar con el saludo siguiente: "Señor Predador", relatando a continuación los episodios correspondientes, o bien comentando cuánto había disfrutado contemplando el espectáculo de la freza en tal o cual río. De vez en cuando, a requerimiento mío, desvelaba en sus cartas los pequeños misterios de algunos montajes, el tipo de seda para cada mosca, la pluma más clara o más oscura para cada época, etc. etc. etc.
Poco a poco, como para no intoxicarse, como la canción de Luis Fonsi: "pasito a pasito", o que dure, que dure, como el poema de Carlos Luna: "Así... despasito. Muy remascaito. Migaja a migaja, que dure..." Se iba desgranando aquella granada de descubrimientos, enamorándome cada vez más, si bien ya estaba suficientemente "envenenado" con esta artesanía. Pequeños detalles, obviedades para cualquier montador medio de hoy, pero que para mí, gran novato en estas artes, eran pozos de descubrimientos que éste improvisado y particular maestro iba llenando.
Recuerdo, después de quedar para pescar juntos el primer día de la temporada en el Porma. Yo llegué a la cita con mi flamante caña de mosca y él optó por su querido buldó, decía que para principios de temporada la mosca ahogada era mejor.
Se presento en el bar de Lugán con el vadeador desteñido lleno de parches, con unos moscones bien lúcidos, más bien veraniegos que marceños, mosquitos un tanto bastos, amarillotes, desalineaos, algunos de tonos asalmonados brincados de amarillo.
Cuando le comenté mi extrañeza por la hechura y el tono de los mosquitos que pretendía emplear dada la fecha, se echo a reír en mis propias narices y en las del dueño del bar que también era gran aficionado a la pesca. Me dijo que las moscas pescan en el río y no en el mostrador del bar, y que ya en varias ocasiones había tenido que prestar alguno de esos coloridos "moscones" a sesudos estudiosos de "moscología" para que lograsen capturar al menos un par de truchas antes de regresar bolos a casa.
Como para corroborar lo que me había dicho, lanzó en la famosa tabla frente a la iglesia de Lugán, una ristra de esos coloridos "moscones". Al instante clavó una preciosa trucha cercana al kilo de peso. Le dije que con su permiso yo la sacaría debajo de unas ramas de la orilla donde se había metido.
Después de un buen rato forcejeando con la trucha me hice con ella metiéndola en mi sacadera, y él en su cesta de mimbre. En ese instante me apunté mentalmente el hacer en el futuro más caso de lo que me dijera y menos de los manuales teóricos.
¿Como agradecer los desvelos de un maestro? Si mi amigo que en paz descanse me hubiera adoctrinado en física o en derecho, me habría dotado de bagaje para ganar mucho dinero, al darme sin interés todo lo que conocía de las moscas y sus montajes, me regaló algo mejor, un motivo de satisfacción, de placer, un medio de prolongar nuestra amistad, una ocasión de seguir soñando con el río frente al torno, una forma de hacer más corta la espera de la ansiada desveda. Me dio mucho y por eso ahora hago yo lo mismo.
Solo puedo decir que ¡Gracias, Maestro! Haya donde estés, que seguramente será en el cielo gozando eternamente de los maravillosos ríos que sin duda Dios tiene dispuestos para premiar a los pescadores buenos y sencillos como fuiste tú.
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