En busca de "lingotes de oro"

Al escribir estas líneas y recordar la captura de esta trucha que sostengo en mi mano, cierro los ojos y veo aquel recreo de cielos grises entre las montañas calizas adornado con el dorado verdoso de su cuerpo, y oigo el sonido del freno de mi carrete mezclado con el rugido del viento tormentoso y de las aguas rotas del río. 

Ráfagas implacables de viento que enterraba todo aquello que no hacía un esfuerzo extra para superarlo; ramas rotas desperdigadas por el suelo, relámpagos lejanos que se acercaban peligrosamente sacudiendo mis oídos, granos de polen y hojas de chopos revoloteando por los aires, mimbreras moviéndose de un lado a otro rozando con sus ramas flexibles el agua clara del río, gotas de lluvia tan grandes como los botones de mi camisa golpeando mi cuerpo, y siento una profunda satisfacción de ver a la trucha alegarse recobrando su libertad, para que tal vez algún día pueda hacer feliz a otro pescador como me hizo a mí.

Grandes moscas secas para grandes truchas. Este es el atractivo de pescar con la “mosca de la piedra”.

El Freelander traqueteaba mientras conducía despacio por un estrecho camino lleno de baches y piedras sueltas, al tiempo que iba mirando con el rabillo del ojo el agua azul verdosa del río. Parecía como si cientos de pequeños gorriones volaran ebrios rozando la superficie del agua, pero esos gorriones no eran pájaros, eran insectos grandes, moscas de la piedra de cuatro centímetros.

Paré el coche y me quedé observando una mosca que salto de una rama y giro hacia el agua planeando como un helicóptero al aterrizar batiendo sus grandes alas para no perder el equilibrio, soltando a escasos centímetros de la superficie del agua la masa de huevos que portaba en su abdomen. Esperaba ver una gran trucha abalanzarse sobre ella y engullirla, pero no fue así, la mosca voló de nuevo hacia la arboleda de la orilla, ahora con un vuelo más equilibrado y seguro.

A lo lejos, media docena de coches estaban aparcados bajo una chopera en harmoniosa anarquía. Algunos recién llegados estaban ocupados preparando las cañas, otros pescadores deambulaban por la orilla del río, y los más madrugadores estaban dentro del agua lanzando la mosca a diestro y siniestro, más concentrados en no estorbarse unos a otros que en la propia pesca. Parecía como si en un campo de refugiados de guerra todos se hubieran puesto de acuerdo para salir a pescar con mosca.

Cuando veo estas escenas de pescadores enloquecidos corriendo entre la hierba para llegar los primeros al agua, o adentrarse en el río vadeando peligrosos rápidos sin tomar las debidas precauciones, me siento tentado de regresar por donde vine, pero luego me doy cuenta de que soy uno de ellos.

Hay tramos de nuestros ríos que están muy solicitados cuando las grandes ninfas marrones salen del agua como una emigración en miniatura de monstruos de ciencia ficción, para luego arrastrarse por las piedras y convertirse en insectos gigantes pareciendo reliquias peligrosas de la era de los dinosaurios, pero en realidad son insectos inofensivos con pocos días de vida.

Estos pérlidos de tonalidades oscuras se aparean entre la arboleda y la hierba de las orillas del río, donde tienen relaciones sexuales abiertamente sin preocuparse por los mirones. Como es de esperar, las truchas grandes notan su presencia, se diría que las están esperando, saben que es un tiempo corto de comida fácil y abundante que tienen que aprovechar. Por lo tanto, también es de esperar que sea fácil capturar a estos monstruos de las profundidades que rara vez se dejan ver y mucho menos engañar.

Pero no funciona de esa manera, bueno, puede funcionar si te encuentras solo en el río en el momento justo, con la mosca adecuada y cientos de hembras deciden tirarse al río para liberar su preciada carga que contiene el germen de la próxima generación de moscas de la piedra. Las truchas en estos casos se vuelven locas y la captura de grandes ejemplares puede ser fantástica.  

Sin embargo, es difícil por no decir imposible predecir estos momentos, de manera que es una lotería para el pescador con mosca encontrarse en el río con estos cortos, pero intensos periodos de actividad de las truchas por esta mosca, por lo que si vas en busca de capturar algún ejemplar respetable, debes en primer lugar conocer bien el tramo que quieres pescar y estar en el río cuando esto suceda. Es por este motivo que un ejército heterogéneo de pescadores con mosca se ven estos días deambulando por los ríos en busca de “lingotes de oro”, con la esperanza de que esta mosca les haga disfrutar de un pez grande como el que todos hemos soñado alguna vez.

Cada temporada de pesca se repite la misma historia, es un sueño febril que me lleva unos minutos darme cuenta de que realmente ya está eclosionando la mosca de la piedra, que ya la están tomando en tal o cual río. Siempre espero lo mejor de esta mosca, siempre voy al río preparado para tal vez capturar y liberar alguna trucha memorable con estas moscas grandes y flotantes. Esa estrategia comienza siempre por alejarme de la multitud, aunque eso signifique marchar río arriba o río abajo varios kilómetros.

Este es uno de los patrones más productivos que conozco para pescar los ríos regulados. Plumas cdc entremezcladas con algunos pelos de corzo para las alas, y para el collar pluma de cuello de gallo vivo indio avellanado.
En este patrón se conjugan varios elementos interesantes: un diseño sencillo, un montaje fácil, extraordinaria flotabilidad y buena resistencia a la mordedura de los peces. Además, estas plumas cdc junto con las del collar de flotación de gallo vivo, están dotadas de una aerodinámica perfecta para permitir lances y posadas suaves.

Es frecuente encontrarse al mismo tiempo con eclosiones de pardones y moscas de la piedra, y a las truchas parece no importarlas demasiado lo que las presentemos, siempre que la artificial sea voluminosa y de tonos amarronados.

Algunas estrategias de pesca:

— El período de puesta de los huevos por las hembras de esta especie es indiscutiblemente el mejor para hacerse con un buen trofeo. La presencia de un insecto tan grande que salpica la superficie del agua o deriva por la corriente tratando de alcanzar la orilla, es suficientemente poderosa como para llamar la atención y atraer a las truchas más cautelosas, incluso para arrancar de las profundidades del río a las más grandes.

— Pescando aguas rápidas que son donde este insecto tiene su hábitat preferido, es imprescindible disponer de imitaciones que floten bien.

— Pescando aguas lentas, será en ocasiones necesario mover la artificial dando pequeños tirones a la línea para producir pequeñas ondulaciones en la superficie del agua y atraer de esta manera la atención de las truchas.

—Pescando aguas rápidas, es conveniente usar largos bajos de línea que permitan a la mosca largas derivas sin que sea afectada por el arrastre o dragado.

—Pescando ríos naturales, no debemos dejar de presentar la mosca en los remansos formados por grandes piedras o rocas, tanto por delante como por detrás. También en los bordes de las orillas, donde a veces las truchas se posicionan a la espera de que alguna de estas moscas aterrice empujada por la brisa, o al final de las raseras de aguas más tranquilas, allí donde las hojas que arrastra la corriente se detienen y se juntan.

— Después de ver cientos de imitaciones de esta mosca pasar por su radio de alimentación, las truchas se vuelven recelosas y empiezan a rechazar con bastante frecuencia la artificial, en ocasiones se diría que están artas de tanta comida. Llegado a este punto es conveniente cambiar de patrón, incluso de mosca, no hay que olvidar que en esta época también eclosionan otros insectos más pequeños.

Más sobre esta mosca y algunos consejos de pesca en mi otro blog “Moscas Artificiales” 👇.

Apareamiento y copulación de la Dinocras cephalotes, “la mosca de la piedra”.

El macho, mucho más pequeño que la hembra, carece de interés para la pesca con mosca.

La hembra de la “mosca de la piedra”, también conocida en esta tierra como “Plecóptera leonesa”.

Montaje clásico de la “mosca de la piedra”, con plumas de los gallos de pluma de León.

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