EL DUERNA, COTO Y COMARCA.

El país de los Maragatos, antaño tierra de arrieros y artesanos, es hoy una comarca llena de encanto y contrastes. Aquí, donde un día el aislamiento fue un problema, hoy es una bendición.

Aquí, a la sombra y abrigo de las sierras del Teleno es donde se puede disfrutar de las pequeñas cosas que pasan desapercibidas en el grisáceo día a día de cualquier mortal. Aquí es donde reina el silencio y huele a pueblo original. Aquí es donde hay que venir a pescar y volver cuando se quiera, porque aquí seguirá el río más bello y uno de los menos contaminados de la provincia leonesa.

Coto de pesca Duerna 

Esta comarca a superado tiempos difíciles marcados por la hambruna, la despoblación, el desgaste . . . El retrato que la escritora cántabra Concha Espina hace de esta comarca trás visitarla en el año 1912, refleja fielmente la tremenda situación de aislamiento, pobreza y abandono que sufría.



Mucho se ha escrito y se ha dicho de unos pueblos sin habitantes, pero que ofrecen a quien los pisa la oportunidad de regresar a un pasado lejano, al origen de casi todo. Pueblos marcados por su bella arquitectura popular donde destaca el empedrado de sus calles y las fachadas de sus casas de arcilla roja y piedra, poniendo la nota dominante grandes chimeneas tapizadas con pequeñas losas decorativas que el sol con sus dorados rayos transforma los tonos rojizo de la pizarra en oro viejo y ocre, y coloridos portones de arcos para facilitar en tiempos de la arriería maragata el trasiego de los arrieros con sus recuas de mulas y caballería.

Típico portón de una casa arriera. 

Típica casa arriera.

Sigo fascinado cada vez más por esta tierra maragata, por su Naturaleza pura; por la paz y el silencio solo roto por las esquilas de algún rebaño de ovejas desplazándose al unísono, capitaneado por mastines y flanqueado por careas, siempre alertas detrás de alguna oveja descarriada.

Sigo fascinado por los bosques de encinas y robledales que acompañan al Duerna desde su nacimiento a la altura de Molinaferrera hasta unirse al Tuerto en tierras bañezanas; sigo fascinado por los prados exuberantes en primavera y los innumerables arroyos y regueros que discurren alegres entre musgos y florecillas, escondiéndose y apareciendo entre flóridas revueltas hasta unirse al río en un abrazo de frescura y espuma.

Sigo fascinado por los brezos que en primavera tiñen de colores el paisaje, y por las jaras con sus hojas pegajosas de delicados pétalos blancos manchados de morado; sigo fascinado por las aulagas que invaden los copiosos encinares con su corola de pétalos amarillos, y por el aroma del tomillo entremezclado con los del romero que impregnan todo el ambiente embriagándo los pulmones y ensanchando el corazón de plácida alegría. Pero sobre todo estoy fascinado, o mejor dicho, estoy hechizado por las truchas del Duerna y las moscas del manuscrito de Juan de Bergara que seguro bañaron los pescadores de la época en las aguas de este río.

Acotado Duerna, río Duerna,

Río Duerna, acotado. 

El que todavía no haya pescado este coto alegando que está muy lejos y solo tiene truchas pequeñas, debería considerar aquello de que todo es relativo y lo que está verdaderamente distante es el resto del mundo.

El acotado del Duerna es una apuesta segura para quienes buscan un coto de verdad, para quienes gustan de pescar truchas autóctonas de pintada librea, denominadas en otros tiempos como " franciscanas " por ser el racionado alimento de los monjes astorganos y único plato obligado en tiempos de vigilia.

A las truchas del Duerna las encanta comer los insectos que derivan por la corriente, son en su mayoría de talla pequeña, pero a cambio te brindarán una brava defensa y un repertorio de cabriolas en el aire, que unido a la corta distancia del lance y la rapidez de la acción, te proporcionarán unos momentos intensos llenos de felicidad, que a buen seguro recordarás por la noche al acostarte.

Si nunca has pescado este coto, te recomiendo que lo hagas, estoy seguro a poco que te acompañe la suerte, que colmará tus espectativas y lo recordarás por mucho tiempo. Pero recuerda amigo pescador, este tramo es un lugar mágico y muchos pescadores lo adoramos. Siéntelo como algo tuyo que debes cuidar procurando que a tu paso por el sea lo menos perjudicial posible.

Coto de pesca Duerna. 

El acotado del Duerna es bonito y mágico. Aquí es fácil respirar la soledad y sentir el aislamiento, sentir la nada y el todo al mismo tiempo mientras comes el bocadillo a la orilla del río con la mirada clavada en cualquier parte, porque mires donde mires, todo lo que ves es armonía, sin más rumores que el murmullo del agua, el canto de los pájaros o los susurros de las hojas, como si con esa dulce melodía quisiera la Naturaleza celebrar aquí la solemne sencillez de las virtudes grandes.

Llegar hasta aquí es hoy sencillo con el nuevo asfaltado y las señales indicativas en la carretera, lo difícil es marchar, aunque siempre cabe la posibilidad de volver a visitar esta extraña tierra maragata, aunque sea sin caña.

Trucha del Duerna. 

Para el ardiente pescador, la magia del Duerna habrá quedado tatuada en su memoria y en su alma. Los enigmas de viejas tradiciones y los contrastes de esta tierra ya no le abandonarán nunca : el cocido al revés; la boda maragata con sus bestimentas; el oro romano bañado con la sangre de los nativos; ricos arrieros con sus casonas frente a paupérrimos campesinos con sus humildes casas de cubiertas de paja que a duras penas pueden mantener sus esqueletos en pie; grandes monumentos en Astorga y lo entrañable de las sencillas iglesias de sus pueblos.

Fiestas en verano que derrochan alegría y bullicio frente al vacío de los inviernos; oleadas de peregrinos que se dirigen a visitar al apóstol por tierras yermas y vacías plagadas de arrugas y cicatrices frente a los espesos montes de robles y encinas y los verdes prados que acompañan al Duerna a los pies de las sierras que preside el grandioso Teleno; ancianos que miran al pasado y se resisten a abandonar sus tierras frente a los jóvenes que descubren la riqueza y una vida alternativa en otras latitudes.

La despoblación y el abandono. 

Así es la tierra maragata, tierra de emigración y de reencuentro, de soledades y caminos, de lucha y de paso. . . de paso de arrieros, segadores, tratantes, peregrinos, militares, recaudadores, pescadores...

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