ESCUCHA CON ATENCIÓN PESCADOR.

Es agua serpenteante de montaña y prado, que brilla y se desmaya contra los ángulos bajos de un sol poniente. Parte de ella se enrrolla y se dobla en línea con las hierbas altas de la orilla. Parte ruge con turbulencia rompiendo contra las piedras, mientras que otra parte  se arremolina detrás de las rocas, mezclándose y fusionándose río abajo en una sinfonía rítmica tridimensional.   


Donde las tensiones del mundo se desvanecen

... y se alejan las preocupaciones materiales.  

Las truchas prosperan aquí protegidas por el agua fresca y cristalina, entre líneas de sombras que están ingeniosamente formadas por grandes rocas y largas cabelleras de hierbas bailando al son del vaivén de las aguas. Podría jurar que algunas puntas de estas plantas son colas de truchas. Quizás alguna lo sea.

Estos lugares son tranquilos. El ambiente circundante alberga una tranquilidad que obliga a todos los pescadores a reflexionar y a reducir la velocidad. Incluso los pescadores ansiosos y apresurados, pueden sentir aquí esa tranquilidad. La suave calma se instala en lo más profundo de tu alma si te quedas mucho tiempo parado. Estas aguas engendran quietud. Piden silencio. Estas aguas no te piden que sigas su ritmo.
Algunos pescadores no tienen suficiente paciencia para este tipo de aguas, vadean demasiado rápido, haciendo sombras y moviendo piedras y el refinamiento de la aproximación y presentación de la artificial que se necesita para engañar estos peces es muy alto. 
Parece una tarea que no merece la pena por el esfuerzo, sin embargo, algunos disfrutamos de la oportunidad de pescar estos escenarios. Estas aguas bravas son como el retablo de una iglesia, fomentan un respeto reverente, incluso aunque no seas creyente o no creas mucho en lo que albergan estas aguas.

Luego, parte de ella ruge con turbulencia, rompiendo contra las rocas, doblando y fusionándose, mezclándose y golpeando corriente abajo. Todo en una sinfonía rítmica. El agua golpea contra las rocas, se precipita sobre los estantes y cae en los agujeros a través del lecho del río.
Escucha con atención pescador. Todo sucede en un abrir y cerrar de ojos, con acentos de percusión melódicos, que golpean contra el fondo constante de las aguas bravas. Una fuerza fuerte y constante que crece y muere, parecido al ritmo de las olas del océano, pero multiplicado por diez, con olas aplaudiendo y extendiéndose en espuma hasta que las burbujas interminables se rompen, disipándose a izquierda y derecha en sonido estereo. 

Pero estas aguas turbulentas y violentas son un caos para los inexpertos, para los no iniciados. Es intimidante al principio y luego reconfortante. Las corrientes acunan al intrépido pescador que encuentra consuelo en los brazos de un río salvaje. Las corrientes más fuertes atraen a los atrevidos, a los que están llenos de aventuras y que no se dejan intimidar por la posibilidad real de caer. Algunos vienen a pescar estos escenarios por el desafío o el riesgo, mientras que otros se ven arrastrados por el caos de los sonidos y las corrientes en aumento, misericordiosamente ensimismados por un período corto de tiempo, anhelan tanto el gorgoteo como el rugido de las aguas bravas, la calma y el caos. 
 
Ahora es mediodía. Y aquí, entre el baño de aguas de capa blanca, solo tu y el río, atravesando un lapso de tiempo que podría extenderse durante horas si no se rompiera con el tirón de una trucha o con el atrevido visón de la orilla que ha estado jugando al escondite toda la mañana. Sumérgete en estas aguas con el corazón abierto, pescador! Y todos tus pensamientos se desvaneceran al instante. 
 
Lejos de la tormenta del progreso

La pesca aquí requiere un planteamiento y atención como en ningún otro lugar. Los resbalones y derrapes son específicos, cortos y agresivos. Los pequeños errores se amplifican y no perdonan. Aquí el agua se agita y se mezcla entre carriles estrechos y rampas poderosas, fusionándose y girando en patrones que solo el ojo entrenado puede descifrar. Cuando cada movimiento significa seguir pescando o salir del río empapado, es mejor mantenerse concentrado, y eso me gusta.   

Pero el refinamiento cosecha recompensas. Estas truchas resistentes se asemejan a su hábitat, tienen velocidad y fuerza y las peleas con las más grandes son épicas, poniendo a prueba los límites del aparejo y la habilidad del pescador. Esta es la naturaleza en estado puro. Puro, vivo y sin filtros. Este caos es hermoso. 

Las corrientes rápidas y profundas de siempre han sido mis aguas favoritas. Me encanta el aclaramiento mental de las aguas bravas. El rugido interminable es fascinante, ningún ruido exterior lo penetra. También disfruto del desafío de vadear estas aguas. No sólo requieren un esfuerzo físico importante, sino también una concentración constante y un camino planificado para mantenerte erguido. Se necesita un ajuste estable para mantener el equilibrio y un resbalón o un paso en falso, podría terminar fácilmente en una inmersión completa. 

El agua brava se arremolina detrás de las rocas, se mueve contra piedras sumergidas. Las diferentes corrientes se mezclan y se separan, se fusionan y se vuelven a dividir nuevamente y todo esto en tres dimensiones. Mucha gente ajena a la pesca admiran las curvas sinuosas y las aguas bravas de estos ríos desde lo alto de un mirador panorámico, pero el pescador sabe lo que hay debajo de la ruptura de las aguas bravas, aprende intuitivamente el empuje y la tracción de las corrientes mientras vadea, predice la velocidad por la profundidad y color del agua, porque como pescador que analiza constantemente la situación, siempre está alerta, siempre está pensando, inmerso en un rompecabezas mental, formando un mapa imaginario con las partes invisibles, coloreada por conjeturas fundamentadas y respaldada por las cosas que aprendemos con cada lanzamiento. Y no importa en que parte del río estés sumergido, el agua te hace más liviano, te comprime el vadeador, te suspende un poco, elevando tus pensamientos más profundos a la superficie para reflexionar un rato.

"El frígido cálculo de la pesca con mosca"

Nos enfrentamos al desafío, a la interminable oleada de agua contra nuestro cuerpo. Caminamos por el riesgo, porque sabemos que un paso en falso puede desequilibrarnos y llevarnos río abajo, ya sea unos metros o hasta la siguiente curva. Buscamos la oportunidad, porque el posicionamiento cuidadosamente elegido, nos coloca dentro del rango de distancia perfecto de objetivos infinitos, y porque esos objetivos se ven con mayor detalle en estos ángulos. Porque refinar nuestra presentación y enfoque con matices sutiles, es una complejidad alegre y satisfactorio en este mágico juego de engañar truchas que se logra solo en este nivel. Porque una vida pescando con mosca está dedicada a los detalles, y descubrirlos en profundidad se aprende mejor arriesgando. 

¿Cómo se ve la vida desde aquí? 

La reflexión entre lances se ve interrumpida por alguna que otra captura, frecuentes en los días buenos y menos frecuentes en los días malos, y aún así, esos días malos que son la mayoría, son también buenos, solo que de una manera diferente, porque por mucho que nos esforcemos en alcanzar la perfección, somos lo suficientemente humildes e inteligentes como para reconocer nuestras propias limitaciones y debilidades. Que no es el número de peces de donde proviene la alegría de pescar. Puede que por un tiempo sea así, pero ¡que demonios! Hemos visto muchas veces a los pescadores más talentosos de este país  salir bolos del río y no pasa nada. La pesca es ante todo saber estar, saber adaptarse a las circunstancias y a las  adversidades, saber que las mejores pescatas no ocurren todos los días, aceptar que todo es impredecible y confiar en que los días malos serán seguidos por otros mejores. 
Buena pesca.

Después de la tormenta. 



Comentarios

Entradas populares