El cuento de los mosquitos

Las cosas ya empezaron mal cuando después de conducir varios kilómetros tuve que dar la vuelta para recoger el bocadillo y las botas de vadeo que las había dejado olvidadas en del trastero.



El cuento  

Mientras me ataba las botas me encontré cara a cara con los horribles mosquitos, las once de la mañana y ya estaban dando guerra. En esta parte del Porma, los chupadores de sangre ya estaban haciendo su trabajo a pesar de estar a finales de septiembre, pero no lo había considerado importante, solo pensaba en el tramo que iba a pescar y como lo encontraría después de varias temporadas sin visitarlo.

Me preparé rápidamente y elegí aplastar algunos mosquitos en lugar de sacar el espray y rociarlos. Mala idea, a mitad del camino, caminando por un estrecho sendero, los implacables bastardos estaban ganando la batalla, así que mientras caminaba extendí la mano hacia atrás y busqué a tientas el repelente de mosquitos en uno de los bolsos traseros del chaleco. Tenía miedo a pararme por si la nube de mosquitos me abrumaran. Después de varios intentos encontré un envase repelente de mosquitos. Me rocié los brazos, las manos, el cuello y la cara, y sin prestar mucha atención, en un descuido me entró un poco en el ojo derecho, no fue mucho, pero lo suficiente como para que el escozor durara un tiempo.

Después de alcanzar el tramo que tenía en mente pescar, me separé del estrecho sendero, pero elegí mal la dirección y me vi obligado a trepar por una pendiente cubierta de zarzas, enredaderas retorcidas y ortigas de un metro de altas. Para los corzos y jabalíes esto no es nada, pero para un hombre sobre dos piernas, simplemente no puede igualar la agilidad de estos animales salvajes, sobre todo si has superado los sesenta y estás más cerca de los setenta. Me caí una vez mientras trepaba, pero me recuperé rápidamente, los mosquitos nuevamente fueron la causa, y justo cuando el escozor del ojo derecho empezaba a remitir, era reemplazado por otro diferente, rozando mi mano izquierda por un grupo de ortigas.

Una vez en el agua, sumergí mi mano ardiente en las frías aguas del río. Eso me alivió un poco el escozor al tiempo que eliminaba el exceso de humedad del sudor que tenía por todo mi cuerpo. Arrodillado, mantuve la cabeza gacha tratando de deshacerme definitivamente del enjambre de mosquitos para siempre. Pero no funcionó. 

Mientras me ponía de pie, golpeé las gafas polarizadas y vi caer una de las lentes en el agua, por fortuna recuperé la lente dentro de la corriente con determinación y terquedad, (por ahorrar un poco de dinero). Por supuesto, el aparejo que necesitaba no se parecía en nada al que había usado días atrás, así que me tomé el tiempo para cambiar el bajo de línea y añadir un par de secciones de tippet. Los mosquitos, que aún rondaban por mi cabeza, introdujeron un juego diferente, dos veces vi a uno aterrizar en el nudillo del dedo índice de mi mano derecha, listo para chupar sangre mientras trataba de unir dos secciones de tippets. ¿Debo terminar el nudo o debo dejarlo y aplastar de un manotazo al chupador de sangre y empezar el nudo de nuevo? Elegí priorizar el nudo y terminar de confeccionar el bajo de línea mientras el chupador de sangre llenaba su diminuto cuerpo del preciado líquido. Al final conseguí mi venganza, aplastar a uno de ellos, pero lo pagué caro con un nuevo escozor y una pequeña protuberancia en el dedo.

Dos horas después de comenzar a pescar, había capturado un par de truchas pequeñas, lo cual no estaba mal teniendo en cuenta lo funesto que me estaban saliendo el día. Este tramo del río Porma se ve afectado por los numerosos pescadores con muerte que lo visitan a diario, así que era una buena excusa para consolarme y de paso recordar los buenos ratos que pasé aquí peleando con grandes truchas.

A tenor de los resultados, un cambio de ninfas era lo propio. Cuando abrí la caja de moscas, dos ninfas mal sujetas al foam cayeron al agua. Suspiré y por miedo a perder más ninfas, agarré con determinación una de cola de faisán. Mientras la ataba a la hijuela, fallé al pasar el nailon por el ojal del anzuelo y la ninfa se me cayó de las manos al soltarla pensando que ya estaba enhebrada, pero afortunadamente la encontré entre las hierbas y pude finalmente lanzarla al agua, con tan mala suerte que fue a engancharse en la única rama sumergida que había en los alrededores. Así que pase varios minutos con el brazo izquierdo sumergido hasta el hombro tratando de arrancar la rama del lecho del río, juzgando y ajustándome a través de la refracción del agua y manteniéndome en todo momento esperanzado de poder recuperar la ninfa. Cada vez que me acercaba a la rama, las corrientes giraban alrededor de mi mano. Cuando finalmente pude recuperar la ninfa, mi brazo estaba entumecido por la baja temperatura del agua.

Unos cuantos lances más y en un descuido puse todo el aparejo en la copa del árbol que tenía en frente, claramente irrecuperable. Es fácil perder un par de ninfas en las ramas de los árboles, sobre todo cuando no estás lo suficientemente concentrado. La mayoría de estas ninfas son pequeñas y a veces pasan desapercibidas a nuestra vista. Sin embargo, si reemplazáramos cada una de estas pequeñas ninfas camufladas entre la vegetación por una ninfa grande de brillantes colores, parecería que los pescadores nos pasáramos el tiempo decorando las orillas de los ríos. En mi opinión esto no es muy diferente a ver latas de cervezas vacías tiradas por el suelo o envoltorios de bocadillos. Y permíteme aclararlo, no me estoy excusando, dejo moscas y ninfas en los árboles con demasiada frecuencia, especialmente en ríos angostos y enmarañados como este tramo, donde los omnipresentes arbustos parecen alinearse a propósito en cada lance. No me gusta dejar ninfas ni moscas colgando de las ramas de los árboles, la única razón por la que dejo estos adornos tan peculiares es porque simplemente me es imposible recuperarlos.

Me recompuse y pasé los siguientes minutos atando nudos nuevamente. Pesqué  un par de horas más y cogí varias truchas, todas pequeñas, pero los errores y las desgracias se acumularon más que las capturas, así que salí del agua y me senté en un tronco cubierto por un musgo verde iridiscente varado en la orilla del río. Pero los mosquitos regresaron al momento. Por supuesto que lo hicieron. En verdad, dejé de pescar porque sabía que era uno de esos días en los que las cosas no salen como uno espera que salgan.

Me sentía a gusto sentado en el tronco escuchando pasar la corriente intemporal, contemplando como las hojas de los chopos se estaban convirtiendo en una paleta otoñal de colores. Las truchas que había estado provocando con un par de ninfas durante las últimas horas también estaban ataviadas con el atuendo otoñal, vientres claros y espaldas oscuras con puntos rojos a lo largo de los flancos, peces pequeños que como yo, prefieren la soledad de estos tramos enmarañados a los más abiertos y más accesibles.

Como una brizna de niebla, una efímera revolotea contra las nubes sombrías. La frágil criatura flota en el aire antes de posarse en mi brazo. Me pongo las gafas de cerca para verla mejor, para ver sus alas grises y su cuerpo desvaído serpenteado por una delgada línea blanquecina y sus dos colas. Al cavo de un rato la frágil criatura se eleva de mi brazo, llevada fuera de mi vista por un céfiro repentino. Desde algún lugar lejano oigo el graznido de un cuervo. Un momento después otro responde. Me pregunto como terminará la canción.

Al levantarme, puedo ver el siguiente recodo del río. Quizás eso es lo mejor de estos tramos angostos, siempre aparece una curva más que explorar. Camino lentamente por el sendero de regreso al coche. Viene a mi mente los recuerdos de un pescador francés que bajaba por este mismo sendero corriendo para no perderse el sereno, y también recuerdo algunos pescadores más que conocí aquí, ahora en sus 70, 80 y más años, todavía algunos vagando por esos ríos de Dios con las espaldas encorvadas, con sus bastones de vadeo y sus ojos aún brillando con picardía. Me gusta pensar en ellos cuando las cosas salen mal. De alguna manera, mi vida es como este tramo del río Porma, está enmarañada de tantos recuerdos de pesca. Quizás por eso sigo pescando. Porque las truchas, como los recuerdos, son esquivas. 

Buena pesca.

Comentarios

  1. Preciosa historia Manuel. Sigue caminando por esos ríos, no pares nunca.
    Salud

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En realidad mi querido amigo, los que vamos siendo algo mayores, vamos abandonando de forma tan paulatina y escalonada la pesca, que nosotros mismos no nos damos cuenta. Sin embargo, si es verdad como afirman los médicos que cada año de pescador activo vale por diez de hombre urbano y sedentario, en lo cual creo, no sería una frivolidad pensar en llegar a los noventa años pescando como lo hizo por ejemplo Izaak Walton o Edward Crey que casi ciego seguía pescando con la ayuda de un guía que le decía cuando se producía la subida de una trucha a la mosca. Un fuerte abrazo amigo.

      Eliminar
  2. Con 72 de acuerdo con todo lo que dices ya que todo eso y mas me sucede y nos sucede todos los anios.Pero al parcer no hemos encontardo mejor opcion jajaja..el rio es nuestra vida y ahi es donde acaba.Bonito y real relato.tengo la suerte que a veces mi hijo me acompania.Un cordial saludo y ...mucha salud.Alberto,farioreo

    ResponderEliminar
  3. Estimado Manuel ciertamente yo que también peino canas cada vez me noto algo más patoso por el río… pero no por eso dejo de meterme en sitios complicados, al menos de momento. El cuerpo algo se resiente cuando pesco una semana seguida…. pero lo vivo que me siento en esos momentos compensa la vida de hormigas obreras que llevamos en los tiempos que corren. Tengo que reconocer que me temo que a tipo como nosotros nos retirará de la pesca la de la guadaña y de momento la haremos frente…
    Por cierto, aprovecho para felicitarte por el Blog… que es acojonante, y concretamente la entrada del coto de Rioseco es lo mejor que se ha publicado sobre Rioseco de todos los tiempos, lo suscribo punto por punto. Artículo digno de la mejor revista de pesca… cuando existían las revistas de pesca.

    Salud y a seguir así.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Alberto por tus comentarios. Espero que sigas disfrutando muchos años tanto de la pesca como de la lectura de este blog. Un saludo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares