Por la senda de la trucha leonesa. "pesca sin caña".

 

El otoño en los ríos de León

    Ha llovido con intensidad estos últimos días de octubre, lo suficiente como para llenar el aire de olor acre de las hojas mojadas, la corteza húmeda y la vegetación del verano en descomposición.

    Mientras camino siguiendo los contornos del río por un sendero repleto de zarzamoras y rosales silvestres, algunos pájaros chismorrean sobre el comportamiento lascivo de las orugas que se retuercen dentro de sus cámaras de malla fina. Una brisa susurra a las hojas bronceadas de los chopos que están marchitas, pero que aún se aferran a las ramas.

El sendero

    Mi atención se dirige a las quejas de una ardilla roja, el pequeño roedor que me regaña mientras trepa por el lado opuesto de un pino silvestre, se oculta de mi vista y no saca más que la cabeza para ver lo que hago. A medida que avanzo, las espinosas ramas de aguijones curvados como garfios de un rosal silvestre, tiran impacientes de la manga de mi chaqueta de poliéster de color verde oscuro algo desteñida por los años.

    Después de una mañana de cielo celajenoso, ahora el sol entra y sale detrás de una flota de nubes algodonosas. La temperatura es bastante agradable para la época en que nos encontramos, aunque al final del día se nota una bajada. Un susurro entre las hojas caídas atrae mi atención, abajo, un campañol ¿o es una musaraña?, corretea junto a mis botas de deporte, hasta que desaparece bajo la tupida hojarasca del suelo.

    Hacia la otra orilla, un visón serpentea entre las raíces expuestas de una salguera. Su pelaje oscuro brilla bajo los tímidos rayos del sol. Me quedo quieto mientras el pequeño depredador levanta la cabeza en mi dirección mirándome desde la otra orilla con ojos inteligentes y los bigotes contraídos por la emoción del momento, pero cuando doy un paso hacia adelante desaparece como por arte de magia, más como un fantasma que como un animal salvaje.

Otoño en los ríos de León.
   
    Una bandada de estorninos cubre el cielo cada vez más azul, planeando al unísono como una serpentina estirada perfectamente coordinada, mientras que un gavilucho flotando en el aire, aleteando frenéticamente, escudriña el prado que se abre bajo él en busca de algún roedor desprevenido. En ese momento, me acerco con cuidado arrastrándome a través de las zarzas a lo largo de la orilla. Me coloco en posición frente a un árbol que me sirve de apoyo para escanear el tramo.

    Casi agachado, espero ilusionado captar alguna señal de vida en el agua, tal vez la subida de una trucha o algún destello bajo la superficie del agua, alguna señal que me indique que aún queda algún pez en este tramo, pero después de un número interminable de momentos, ni la subida ni el movimiento bajo el agua revelan la presencia de peces.

El tramo

    En el pasado, cuando tenía la costumbre de pescar río abajo, obtenía bastantes "picadas" con esta técnica lanzando una mosca ahogada y una ninfa a lo largo de las orillas. De esta manera, me las arreglé para capturar un par de truchas a principios de la recién finalizada temporada de pesca, y hace varios años, en este mismo lugar, capturé otras tres de tamaño considerable con la misma técnica.

    Las truchas en este tramo, casi nunca han estado dispuestas a subir a una mosca seca, sé por experiencia que en determinadas ocasiones podrían hacerlo, pero generalmente tienden a permanecer en el fondo alimentándose de larvas y moluscos, la razón es que aquí hay pocas eclosiones sostenidas.
   
Durante los primeros días de la temporada me contento con lanzar aquí y allá un par de perdigones con la esperanza de que alguna trucha valiente se interese por alguno. Después de todo, estas truchas no tienen la cornucopia de insectos acuáticos de la que disfrutan otras truchas de este mismo río.

El sendero que serpentea el río.

       La mayor parte de mi vida he tratado de reconocer las plantas, los animales, las aves y los peces, en su mayoría el comportamiento de las truchas, truchas sobre todo de alta montaña, tal vez porque estas truchas prefieren las aguas más alejadas de los pueblos y de las ciudades.

    Muchos de mis amigos que no son pescadores, nunca han experimentado la paz y la tranquilidad que se encuentra a lo largo de un sendero forestal. La anticipación al escuchar el sonido de la corriente del río al otro lado del sendero, o el olor a bálsamo que se desplaza desde el cercano bosque, o como la neblina matutina rueda sobre la superficie del agua. Ni por supuesto experimentarán nunca el fascinante mundo de la pesca con mosca.

    Todo esto te lleva al distanciamiento social, una técnica que la gente está usando para reducir en lo posible los efectos de la pandemia. Así que, mientras la mayoría de la gente se queja de los perjuicios que está causando en sus vidas este virus, yo simplemente sigo con mi rutina habitual; dirigirme a cualquier sendero que serpentee un río, naturalmente siempre que no tenga otra cosa mejor que hacer.

Refugio de pesca.

     De regreso a casa, las criaturas del río siguen sus vidas secretas sin preocuparse por el sonido de mis pasos. El río se queda solo y en silencio, tan solo turba su serena marcha alguna hoja que de vez en cuando cae al agua provocándole la dulce sonrisa de ondulantes círculos.

Otoño en los ríos de León.

     En esta estación todo es colorido, desde los árboles que cambian sus colores en fragmentos de amarillo y naranja bellamente yuxtapuestos en contraste con el verde profundo de los prados, hasta los senderos repletos de moras negras y majolinos tiernos y dulces.

En este tramo, antes de empezar a pescar, es recomendable pasar por la casa del chamán para que nos bendiga y embruje nuestras moscas con su poder sobrenatural, con el fin de tener un buen día de pesca.

    Feliz día de Todos los Santos. 🎃 ¡Y no te quedes en casa! 🐛🍂

Comentarios

  1. Gracias por acercarnos al rio otra vez Manuel.Ya de vuelta,hace dos semanas,a mi invernadero de Miami,esos rios que tanto queremos me quedan aun mas lejos. Si el cuerpo aguanta a ellos volvere en mayo del 23 esperando buenas frezas y mucha nieve a ver si la sequia llega a su fin.Un abrazo amigo.Alberto,farioreo

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    1. Muchas gracias por tu comentario Alberto. Desde estos ríos que tanto añoras y quieres te estaremos esperando. Un fuerte abrazo.

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