Historias de pesca con mosca. "Treinta minutos de infarto"


Una bonita trucha se deslizó de entre mis manos de nuevo en la corriente. Era un buen ejemplar para este tramo tan machacado durante toda la temporada y por el nivel del río tan alto, motivo para enviarle a mi amigo una foto del pez y del río, recordándole que yo estaba pescando y él no.

Lugar de los hechos

La mañana debería haber sido como otra cualquiera, sin embargo, me reí con demasiado entusiasmo pensando lo que me podría deparar el resto de la jornada cuando presioné en mi teléfono inteligente “enviar”. Quizás porque en el siguiente lance, la euforia del momento envió mis ninfas hacia las ramas de una palera y de esta manera comenzaron los treinta minutos siguientes de locura.

Mire hacia arriba a través de las ramas de la palera que se negaban a bloquear la luz solar directa sin importar el ángulo que tomaran mis ojos. El sol estaba allí, cegándome cuando intentaba localizar las ninfas.

Tire de la línea hasta que una de las ramas se partió, pero luego otra retrocedió dejando un lío de monofilamento y mis dos ninfas enredadas en algún lugar entre las ramas de la palera. Tire de nuevo de la línea con suavidad intentando recuperar el aparejo completo. Esta vez, una de las ninfas quedo a la vista colgando diez centímetros de la rama ladrona.

Pensé que tirar con energía de la línea y romper por algún punto era lo único que tenía sentido. Romper, reparar y seguir pescando, así es como deberían arreglarse estos contratiempos. Sin embargo, no resulta fácil para un pescador con mosca dejar dos ninfas colgando de las ramas de una palera luciendo como si se tratara de dos campanillas adornando un árbol de navidad y suspendidas sobre una sección de aguas rápidas y profundas.

Y es que no había ninguna esperanza real de recuperar el aparejo de dos ninfas. Pero justo antes de tirar de la línea con fuerza bruta y romper, se me concedió una oportunidad de recuperar el aparejo completo. Una chispa de optimismo apareció ante mis ojos cuando me di cuenta de que justo debajo de la ninfa que colgaba de la rama ladrona yacía una roca grande sumergida a pocos centímetros de la superficie del agua, era una invitación para intentar en última instancia recuperar las ninfas, así que lo acepté.

Con entusiasmo vigoroso y tomando algunas precauciones, vadeé la fuerte corriente hasta alcanzar la piedra y subir a ella con la ayuda del bastón de vadeo. Pronto me di cuenta de que la parte superior de la roca no era tan plana como esperaba, más bien era puntiaguda y con el agua corriendo bajo mis pies, no era fácil mantener el equilibrio, teniendo en cuenta que a mi edad uno ya no está para hacer malabarismos.

Eventualmente, encontré mi centro de gravedad en lo alto de la precaria plataforma y me estabilicé un poco, aunque ciertamente parecía la cabra de los titiriteros ambulantes encima de un taburete. Miré hacia arriba a través de los rayos dispersos de mis gafas polarizadas y esta vez tiré con más fuerza de la línea.

A veces, las ramas que cuelgan sobre el agua de un río están muertas y son fáciles de romper con un pequeño tirón, pero esta rama ladrona estaba muy viva. Otras ramas, en cambio, son delgadas y flexibles, por lo que se inclinan fácilmente y ofrecen al pescador la mosca que han capturado. Esta rama usurpadora de moscas no lo hizo (hija de…)

Miré a mi alrededor; al agua que corría bajo mis pies brillando como un espejo, a la piedra con forma de roca puntiaguda que me servía de apoyo, a la palera usurpadora de moscas, a la otra orilla por si alguien me estaba observando. Trate de examinar cuidadosamente las circunstancias desde una nueva perspectiva. Por un momento pensé en bajar y romperlo todo, pero no pude hacerlo, no tenía sentido rendirse ahora, así que la recuperación la llevé al siguiente nivel.

Con la ayuda del bastón de vadeo conseguí inclinar la rama ladrona de la que colgaba una de las ninfas hasta agarrarla precariamente con la mano izquierda. Aquí fue cuando verdaderamente empezaron los angustiosos treinta minutos siguientes. El bastón resbaló y la rama ladrona que la tenía precariamente agarrada se soltó de mi mano hacia atrás usando toda la energía almacenada en la rama flexionada para clavar en el dedo índice de mi mano izquierda la ninfa que colgaba de la rama.

La fuerza con la que salió despedida la rama hacia atrás hizo que el fino terminal rompiera y se desconectara del resto del aparejo. Ahora tenía el bastón de vadeo en mi mano derecha, en mi mano izquierda un perdigón clavado en el dedo del que colgaba un trozo de monofilamento y bajo mis pies, una roca que me servía precariamente de base y una corriente intimidadora. Una situación bastante comprometida.

Después de todo, hay un lado positivo, pensé… al menos he recuperado una de las ninfas.
Qué ocurrencias más totas pasan a veces por la cabeza de un pescador solitario, ¿verdad?

Era la primera vez en mucho tiempo que no había visto un anzuelo clavado con tanta firmeza en una de las partes de mi cuerpo y no me gustó nada. Como no quería pensar demasiado sobre ello, saqué rápidamente el anzuelo del dedo. La extracción fue sorprendentemente rápida y poco dolorosa. En ese momento feliz, pensé que hay otro buen argumento para usar anzuelos sin arpón.

Como la sonrisa de una chica bonita o la risa cordial de un anciano, el dedo ya sin anzuelo ilumino de nuevo mi espíritu. Volví a mirar al resto del aparejo enredado en la rama ladrona de la palera sin ninguna esperanza de recuperarlo.
Derrotado y cansado, baje de la roca y vadeé hasta alcanzar la orilla sujetando la línea como si se tratara de una cometa todavía unida al bajo y al resto del aparejo.

Ahora desde la orilla, con un último y enérgico tirón en línea recta, esperaba escuchar el chasquido de un disparo de rifle rompiendo el monofilamento en alguna parte, en cambio, escuché el crujido de la rama ladrona y me giré para ver como caía al agua con el resto de mi aparejo flotando río abajo.

Estaba tan comprometido con recuperar la otra ninfa que no pude evitar correr hasta alcanzar la rama ladrona flotando a la deriva río abajo con la ninfa entre sus hojas. Como un socorrista de playa, me adentré en la corriente que me llegaba por la cintura y rescaté la rama ladrona y el resto del aparejo.

Encontré rápidamente un tronco caído en la orilla del río, adecuado para una buena sentada y deshice el enredo entre las hojas de la rama. Había recuperado el aparejo completo, así que solo tuve que anudar un nuevo terminal y atar las dos ninfas en su posición inicial.

Posdata

Todo lo que hice para recuperar las ninfas fue desde malditamente cómico hasta directamente irresponsable y peligroso.

Cuando uno es joven comete muchas locuras en el río, pero a ciertas edades esto no debería pasar, no es bueno ni para la presión arterial ni para la integridad física.

He visto pescadores dejar pelada una palera para rescatar sus moscas. Divertido, ¿verdad? Para el árbol seguro que no y para el pescador tampoco.


Comentarios

  1. Pues yo con 74 y padeciendo de vertigo,mareos cronicamente mas o menos....no me hubiera arriesgado vaya hubiera sido casi suicida.Interesante relato.Un abrazo amigo.Alberto

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Alberto, yo soy mucho más joven que usted, yo tengo 70 años. Ja, ja, ja. Es una broma hombre. Un saludo, amigo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares