🎄 "Casimiro y Goliat". Un cuento de Navidad 🎄



Sucedió un día que me encontraba pescando sin más compañía que una escuadrilla de mosquitos a mi alrededor. Se encontraron allí el Arcángel San Miguel y el Diablo en persona. Se trabaron en una discusión acalorada, adquiriendo por momentos grandes y graves proporciones. Sostenía el Diablo que los pescadores con mosca eran unos mentirosos, atribuyéndose para vanagloriarse ante sus amigos, hazañas de pesca que solo en su imaginación habían existido y, por tanto, opositores a las llamas perpetuas del infierno por ser la mentira un grave pecado. Los defendía el Arcángel San Miguel, y cuando más enconado estaba la discusión acertó en pasar por allí Casimiro con su perro Goliat.

Casimiro era un joven pescador con mosca muy conocido en la zona. Tenía por costumbre echar unas varadas antes de reunirse con su padre en las labores cotidianas del campo. Casimiro intervino en la conversación y al saber de lo que se trataba, contradijo con tesón y altivez las afirmaciones del Diablo. ¡Quién miente eres tu Satán! Porque yo pescador soy y jamás he traicionado ni traicionaré la verdad, y nada ni nadie en el mundo será capaz de hacerme mentir.

Su mirada llena de claridad confundió al Ángel rebelde que se retiró refunfuñando entre dientes y diciendo con voz sorda y bronca: “eso ya lo veremos”. 

Siguió Casimiro pescando con su perro Goliat que jamás le abandonaba. El Arcángel se quedó tristemente silencioso, pensando de qué estratagema se valdría el Diablo para hacer que el joven pescador se desmintiera de sus palabras.

Después de pescar un rato, Casimiro y su perro se dirigieron al encuentro de su padre para incorporarse a las labores del campo. De camino, tuvieron que atravesar una finca donde pastaban unas vacas, algunas ovejas sueltas y un carnero de enroscada cuerna al que todos allí le tenían como un miura.

Se le ocurrió a Casimiro simular con el talón de la caña en su mano derecha y el puntal en su mano izquierda la suerte de banderillas, pues Casimiro era muy aficionado a los toros, a cuyo efecto se cuadró frente al carnero que, con la cabeza engallada y muy plantado lo miraba fijamente.

Casimiro, con mucha sangre torera, avanzó dos pasos hacia el bicho, marcó en la arena una patadita y elevó los brazos ya extendidos citando al animal. El carnero se arrancó hacia él embistiéndole con furia y derribándole de un topetazo, más en el mismo instante, cuando el valiente Goliat iba a lanzarse sobre el selvático carnero, el Diablo le agarró por la cola con tanta fuerza que el pobre perro se quedó como clavado en el sitio sin poderse mover. 

Falto de movimiento Goliat y dando alaridos espantosos de dolor, el carnero se enfureció aún más abrumando al pobre Casimiro a cornadas y revolcándole varias veces, dejándole maltrecho y ensangrentado, y viendo con enojoso asombro como su perro Goliat no había acudido en su defensa.

El padre de Casimiro, atraído por la algazara del lance, salió en su ayuda, encontrando a su hijo desvanecido en el suelo sin poderse mover y teniendo a su lado a Goliat, que, temeroso y huidizo, se quejaba por el dolor producido en la cola por la diabólica mano del Diablo. Desolado el padre de Casimiro, se apresuró a levantar a su hijo.

—¡Hijo! ¡Hijo! ¿Estás herido? Razón tenía yo al querer matar al viejo Goliat. ¿Veis, hijo, como este perro ya no sirve para nada? Primero no te defiende y ahora preso de miedo aún se tiende cobarde dando lastimeros aullidos. Entonces, apartando al pobre Goliat de un puntapié, añadió con acento colérico.

—Aparta viejo cobarde que no sirves ya ni para defender a los que te dan de comer. ¡Aparta, te digo!

Casimiro, ya en pie, miró con una duce mirada a su fiel perro Goliat, que se acercó sumiso a lamer su mano ensangrentada. Casimiro le acarició con cariño.

—No acuses a mi pobre perro padre, qué valiente y fiel es, digno siempre de su bien ganada fama. Ha sido un exceso de vanidad por mi parte que el Señor ha castigado justamente. Quise obrar por mi cuenta, ya que Goliat tenía sujeto al carnero cuando yo le grité con imperio, ¡atrás! Y viendo que no me obedecía, le alejé dándole con el talón de mi caña en la cabeza.

Un humo espeso y fétido encareció la atmósfera, una estruendosa carcajada hirió el aire. Satanás reía.
El Arcángel San Miguel llegaba presuroso batiendo sus blancas y grandes alas. 
El Diablo refugia de gozo.

—No me negarás ahora que Casimiro también ha mentido.

—Sí, ha faltado a la verdad, es cierto, pero lo ha hecho para salvar la reputación de su perro, y tu bien sabes, ¡maldito Satán! Que cuando el fin es por una buena causa, justifica los medios de que el hombre se vale para llegar a él.

Los pescadores con mosca, respetuosos con las leyes y la naturaleza, desde hoy, siempre que hablen de sus logros y hazañas de pesca, quedan absueltos del pecado de mentir.

Entonces, el Arcángel San Miguel remontó el vuelo y el Diablo avergonzado y confundido desapareció.

Casimiro, feliz, veía como Goliat daba vueltas a su alrededor ladrando gozoso.

Esta historia no tardó en hacerse notoria entre los pescadores con mosca y todos siguen fieles a la tradición a lo largo de los años.

Posdata

La gran mayoría de los pescadores no somos mentirosos, es cierto, sin embargo, que de vez en cuado exageramos un poco, pues vivimos en un mundo de fantasía lleno de emociones, sueños y realidades.

🎄 ¡Felices Fiestas! 🎄

Comentarios

Entradas populares